miércoles, 14 de febrero de 2007

14 de febrero, San Valentín

San Valentín. ¡Menudo invento comercial! Si todo el mundo conociera o conociese el verdadero sentido del llamado Día Internacional del Amor, es posible que dejara de ser un mercadillo de ventas al por mayor, en el que todos, de alguna u otra manera, somos arrastrados por esa versión humana tan consumista.
Si Valentín levantara la cabeza, como diría algún castizo... Cerraría los ojos aterrado al comprobar en lo que se ha convertido algo por lo que fue condenado a muerte hace muchos siglos. Murió por sus ideas; murió por Amor. Hoy, desgraciadamente, nos encontramos con la más horrible contraposición: la violencia de género. Imposible entender que se mate por amor. Hay tanta diferencia entre morir por amor, y hacer daño supuestamente por él...
Siglos atrás, donde la preeminencia del Emperador romano, era más que un hecho constatable, se dictó un decreto tan absurdo como ineficaz, como se pudo comprobar posteriormente. Claudio II, ordenó que todos los hombres jóvenes solteros serían más eficaces sirviendo al Imperio en los frentes de batalla abiertos, que enamorándose de mujeres jóvenes y acabando en un feliz matrimonio. De esa manera, miles de jóvenes eran obligados a enrolarse en un mundo totalmente opuesto al que soñaban junto a su amada. Sin embargo, gracias a Dios, siempre hubo alguien dispuesto a enfrentarse a la injusticia imperial.
Y no fue un hombre cualquiera. Fue un sacerdote romano, llamado Valentín, el que osó rebelarse ante el poder establecido e intentar ser justo ante semejante injusticia. Se puso en manos de Dios, y empezó con su ardua tarea. Clandestinamente, a espaldas de las instituciones, comenzó a realizar matrimonios entre parejas de jóvenes amantes, para que el chico pudiera acreditar fehacientemente su condición de esposo. Era ilegal que los jóvenes de cierta edad contrajeran el vínculo del matrimonio, pero Valentín sabía a ciencia cierta, que su nueva condición, les eximiría de tener que separarse. Eran bodas ilegales en la forma, pero revestidas de legalidad in facto. Fueron muchos los jóvenes que utilizaron esta vía para escapar de la milicia y poder optar a formar una familia junto a su amada.
Sin embargo, el poderoso emperador, contaba con oídos en todos los rincones de Roma, y fue informado de las licencias que se permitía adoptar este cura antisistema. Sin perder un segundo, ordenó la caza y captura de Valentín, hasta que dio con sus huesos en el calabozo.
Esta ha sido la explicación más extendida de la historia. Sin embargo, contiene una segunda parte más romántica aún.
Antes de que Valentín fuera condenado a muerte, pasó algún tiempo entre rejas. Durante este período, largo y tortuoso, el sacerdote recibía la visita de una jovencita en edad de merecer. Con regularidad, esta joven le llevaba la comida a la celda, y charlaba con Valentín acerca del amor y otros asuntos. Con el paso de los días, Valentín cayó profundamente enamorado de la chica. De rodillas y con un crucifijo en la mano, oraba a Dios pidiéndole que apartara de él ese cáliz. Sin embargo, el amor humano que manaba de su corazón era tan fuerte y real como su condición de preso. Nunca proclamó su amor por esta joven.
Días antes de morir, decidió escribir una carta de despedida. En ella le abrió su corazón, y le expresó con palabras lo que no pudo decirle con sus labios. Al final de la carta, se despidió diciendo: "de tu Valentín..."
Es una historia en la que podemos creer o no creer. Es posible que sucediera, y que a lo largo de los siglos se haya mantenido la tradición oral y escrita de la misma.
Para mí tiene un significado especial. Cuando uno ama, lo hace en muchas ocasiones en contra de muchas adversidades. Y ama sabiendo de la dificultad que ello supone. Pero el amor es más fuerte que el raciocinio. Y ama sin pensar, con los ojos abiertos, con la mirada limpia y serena, con las manos abiertas, con una sonrisa en los labios, con impaciencia, con locura, con sosiego y altanería, en secreto, a la luz del día y al abrigo de la madrugada, acurrucado en la luna y abrazado por los primeros rayos de sol de la mañana. El corazón se acelera. Pálpito indescifrable al contemplar a la persona amada. Por ella lo darías todo, harías lo que fuera necesario. Incluso morir, como Valentín. Por defender el amor libre y sin tapujos de los jóvenes romanos hace muchos años.
Que el amor de Dios invada nuestros corazones, y nos permita Amar. Dejemos que el corazón nos lleve por el sendero de la felicidad, y que nos permita salvar todos aquellos obstáculos que se nos presentarán en el camino.
Donde el corazón me lleve, allí estaré.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hola cuñao no se si llegara pero estoy probando. Me tienes alucinada con lo que leo, sigue asi

María dijo...

Hola prenda. Pues enhorabuena por este hogar virtual. Dame un momentito para leerlo todo, un momento tal vez de horas o de días, que tengo mucho atraso en todo;
besitos.