lunes, 5 de mayo de 2008

Mi vida pequeñita

Dentro de dos días, mi vida pequeñita, como yo la suelo llamar y que responde con la mas maravillosa de las sonrisas, cumplirá tres meses de su nueva andadura vital.
No había escrito nada más desde los comienzos de este año 2008. Ni siquiera en uno de los momentos más hermosos y difíciles de mi existencia, que no es otro que su llegada al mundo de los mortales. Lo achaco a la falta de tiempo. Demasiado lógico y tópico, pero tan real como la vida misma. Ella sabrá comprenderlo (o por lo menos llegado el momento, lo intentaré).
Eso de ser papá es un estado continuo de shock, mezclado con aromas intensos de querer comerte el tiempo a pedazos. Quisieras que el día se distribuyera en cincuenta y cinco horas, por lo menos. Y todo para dedicarle un trozo de mi vida diaria, trabajadora y semanal a ese pedacito de vida que anidó en lo más profundo de mi corazón.
Ahora si puedo entender lo que la costumbre comenta susurrando a través del viento. Ahora si tengo una idea concebida desde la experiencia personal, y no por habladurías, en el buen sentido de la palabreja.
Mi vida pequeñita me absorbe la vida. Lentamente, silenciosa y con una sonrisa infinita en sus labios, heredados de su madre, a quien cada vez siento más cercana, más dulce, más compañera, más madre, más mujer, más esposa. Infinita gratitud la que de mi alma brota.
Otro tópico: me siento muy orgulloso de ser papá. Menudo descubrimiento, podría pensarse. Sin embargo, ese sentimiento fulgurante llena de alegría mis obligaciones diarias, llenas de claroscuros que en ocasiones no llego a comprender.
Quizá algún día Nerea logre leer estas palabras escritas en un espacio tan virtual como lejano. Es posible que no llegue a entender mi rebuscada retórica. Pero podrá comprobar casi con toda seguridad lo que para mí significa que ella sea mi vida pequeñita...