jueves, 7 de enero de 2010

Como pasa el tiempo

Cuanto tiempo desde la última entrada. Casi imposible de contar. Como me atrapa la vida, sus circunstancias, sus idas y venidas, en un azaroso coqueteo con la trivilialidad pura y dura.

Miento si digo que no he tenido tiempo de escribir. No digo toda la verdad si pienso que este espacio era algo lineal, sin sentimiento. Al contrario. Era mi existencia y mi vivencia personal la que le daba sentido. Y quiero sinceramente que siga siendo así. Aunque tarde en escribir algunas letras; aunque la vida me lleve de nuevo a la cuneta de la socialización absurda. Verte envuelto en una espiral de contraindicaciones vitales, te hace sentir más fuerte en ocasiones. Y la necesidad irrenunciable de compartir lo que sientes, lo que vives, lo que deseas, lo que anhelas... es sencillamente única y totalmente esencial. Como la vida misma.

Tener la oportunidad de poder comenzar de nuevo, no es una utopía. Compartir lo que amas es algo natural. Aunque a veces estemos lejos del principio, de lo que fue, es y será imprescindible en tu vida. En la mía.

Quiero recuperar, volver al inicio: resetear mi ordenador personal. Y liberar espacio donde realmente es importante.

Gracias a Dios, ahora siento de nuevo que es posible.

Un abrazo a tod@s.

Sinceramente, gracias.

lunes, 5 de mayo de 2008

Mi vida pequeñita

Dentro de dos días, mi vida pequeñita, como yo la suelo llamar y que responde con la mas maravillosa de las sonrisas, cumplirá tres meses de su nueva andadura vital.
No había escrito nada más desde los comienzos de este año 2008. Ni siquiera en uno de los momentos más hermosos y difíciles de mi existencia, que no es otro que su llegada al mundo de los mortales. Lo achaco a la falta de tiempo. Demasiado lógico y tópico, pero tan real como la vida misma. Ella sabrá comprenderlo (o por lo menos llegado el momento, lo intentaré).
Eso de ser papá es un estado continuo de shock, mezclado con aromas intensos de querer comerte el tiempo a pedazos. Quisieras que el día se distribuyera en cincuenta y cinco horas, por lo menos. Y todo para dedicarle un trozo de mi vida diaria, trabajadora y semanal a ese pedacito de vida que anidó en lo más profundo de mi corazón.
Ahora si puedo entender lo que la costumbre comenta susurrando a través del viento. Ahora si tengo una idea concebida desde la experiencia personal, y no por habladurías, en el buen sentido de la palabreja.
Mi vida pequeñita me absorbe la vida. Lentamente, silenciosa y con una sonrisa infinita en sus labios, heredados de su madre, a quien cada vez siento más cercana, más dulce, más compañera, más madre, más mujer, más esposa. Infinita gratitud la que de mi alma brota.
Otro tópico: me siento muy orgulloso de ser papá. Menudo descubrimiento, podría pensarse. Sin embargo, ese sentimiento fulgurante llena de alegría mis obligaciones diarias, llenas de claroscuros que en ocasiones no llego a comprender.
Quizá algún día Nerea logre leer estas palabras escritas en un espacio tan virtual como lejano. Es posible que no llegue a entender mi rebuscada retórica. Pero podrá comprobar casi con toda seguridad lo que para mí significa que ella sea mi vida pequeñita...

lunes, 7 de enero de 2008

36 semanas

Mágico número. Hace tiempo sería impensable para mí que tal cifra cobrara tanto protagonismo. Solo resta esperar, agazapado, sin hacer demasiado ruido. Calma tensa, quizá. Ilusión escondida tras un corazón que palpita al sol con la mirada puesta en un vientre redondito, suave y tierno.
Misterio de la vida, frase recurrente que colma las expectativas de alguien primerizo en estas lides.
Siento que ha pasado una vida frente a mí en estos meses de crecimiento. Igual es una tontería, pero te llegas a sentir "papá" en multitud de ocasiones. Más bien será el deseo o en anhelo de serlo, que estar en el papel efectivamente. No se. Será lo que tiene que ser. Nunca antes pude sentir ese sentimiento de protección tan agudo. Es posible que ahora logre comprender lo que todo el mundo me decía. Y no es que no quisiera creerles, que sí, pero del dicho al hecho, ya se sabe todo el camino a recorrer.
Los Reyes Magos pasaron por casa y me dejaron junto al vasito de leche y los polvorones, un sentimiento único.
Y ese sentimiento quiero compartirlo con todo el mundo.

martes, 13 de noviembre de 2007

Siete meses

Siete meses. Siete meses de angustia ilusionante. Doscientos diez días de vida de una bebé pequeñita. Tiempo de silencios escondidos. Tiempo de ilusiones compartidas a través de miradas de soslayo. Tiempo de arrojo y desesperación. Tiempo de sensaciones inolvidables, venturosas y agobiantes. Tiempo de alerta a cada detalle, por mínimo que pudiera ser. Tiempo de pataditas en el vientre, de movimientos que pudieran parecer sin sentido, dulces y amargos al unísono. Tiempo de difíciles contracciones, de reposo obligado de alma y cuerpo. Tiempo de preparativos, de cosas chiquitas, de vida que quiere asomar a la vida. Tiempo para tener tiempo. Tiempo para no saber que hacer cuando las lágrimas aparecen con cierta desesperanza ante dolores que no vienen a cuento. Tiempo para observar el presente como único instante verdaderamente importante, aunque mirando de reojo los días que sobrevendrán, los meses que caerán poco a poco. Tiempo para preparar el nacimiento de una niña, de nuestra hija, del regalo que Dios nos quiso hacernos hace siete meses...
Siete meses. Siete meses que parecen siglos.
Siete meses. Y después vendrá el octavo, y si Dios quiere el noveno...
Siete meses. Este es momento que toca abrazar. Y lo hacemos juntos, y lo hacemos con la mejor de nuestras sonrisas, a veces esbozadas por puro trámite; pero al fin y al cabo, sentimientos que afloran de lo más hondo de nuestra existencia.
Siete meses de buena esperanza...