lunes, 11 de junio de 2007

Realmente, es difícil de explicar

Podría caer sin más en la rutina de los comentarios tan usados y extendidos, que las palabras solamente serían una burda repetición de lo ya conocido. Sin embargo hay un hecho evidente que torna la situación al revés. Ahora soy yo el que las reproduce, el que las alienta, y el que escribe desde lo más profundo de su corazón.
Miles de veces escuché que te cambia la vida. Otras tantas que se acabó lo bueno. Algunas que decían que no sabían si dar el pésame o la enhorabuena... Hay tantas cosas que se dicen, y que están y estarán escritas. Sin embargo, por hoy, me importan los sentimientos, las sensaciones, lo que vivo día a día. Dios proveerá lo que tenga que venir, y lo aceptaré en la medida de mis posibilidades.
Buscábamos enrolarnos en una aventura de estas características. Es posible que el cuerpo nos pidiera marcha. De todas formas, creo que era el momento ideal para embarcar rumbo al futuro inmediato. Tomamos nuestras maletas llenas de ilusiones y nerviosismos, contando solamente con nuestro amor recíproco. Bueno, eso es mucho más que ir solos. Una vez en cubierta, paseamos cogidos de la mano, mientras la brisa del mar nos acariciaba el rostro. Te veía brillante, como solo las estrellas saben brillar. Te notaba feliz, y eso para mí era el único aliento necesario para seguir adelante. Miradas cómplices cada cinco metros. Caminábamos despacio, sin prisa, disfrutando de cada segundo. En ocasiones, parábamos a observar la majestuosidad del mar. Tanta inmensidad colmaba de tranquilidad nuestros pensamientos. El sol nos brindaba su calor. Daba la sensación de que nos mecía lentamente. Por un momento nos sentimos fuera de nosotros, extasiados, en un momento de amor sin medida.
Al abrir los ojos, me encontré en casa, a tu lado, y con lágrimas en los ojos. Me miraste. Nunca podré olvidar esa ternura que desprendías. Me abrazaste. Lágrimas caían por mis mejillas. Era una de esas ocasiones en las que dejarse llevar por el llanto, te llena completamente.
Fueron unos minutos inolvidables, mientras mirábamos de soslayo la prueba sobre la cama.
Dios nos bendecía con un regalo inmenso: ser padres...
A tí, mi compañera, mi dulce vivir. Abracemos unidos esta nueva etapa de la vida. Pongamos nuestras ilusiones en manos de Dios, y confiemos ciegamente en que El proveerá todo lo que podamos necesitar.
Ufff !!!! Ser papás... Bendita y maravillosa ilusión...

1 comentario:

Anamates dijo...

Recibid un fuerte abrazo en la distancia. Os tenemos presentes a los tres. Todo irá bien.